Fabula Aspa

De Ruy
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La fábula de Aspa

Cuenta la leyenda que en un lejano país hace muchos años nació un enano con cuatro piernas. Tal asombró causó entre los lugareños este prodigio que, lejos de aislarle y tratarle como a un leproso, vieron en él una señal de cielo y le colmaron de todos los honores imaginables. Sus padres, que habían pensado seriamente en estrangular al recién nacido para que no supusiera una carga inútil y una boca más que alimentar, se vieron inesperadamente recompensados con todo tipo de agasajos de los lugareños hasta el punto que incluso costearon para ellos una vivienda dentro de las murallas de la ciudad que, si bien no era lujosa, al menos era sobradamente digna si la comparamos con el chamizo donde vivían a orillas del río. En su nueva morada, la madre del niño raro le sacaba todas las tardes al balcón para mostrarlo a sus vecinos y que se extasiaran viendo como gateaba con soltura o trepaba a la silla de su madre con pasmosa facilidad incluso antes de dar sus primeros pasos. Cuatro piernas son de mucha ayuda para semejantes proezas, se decían unos a otros y empezaron a llamarle Aspa. Así transcurrió su infancia, a la vista de todos. Conforme fue creciendo estaba tan acostumbrado a ser el foco de atención que no se le hacía raro ver congregada a la muchedumbre bajo su balcón todas las tardes hasta la caída del sol o incluso más tarde. Si por casualidad el frío o la lluvia impedían esa cita diaria, el niño se impacientaba y refunfuñaba a su madre que también lo lamentaba, porque junto a las visitas recibía constantes regalos de comida, telas y otros enseres de forma que, a pesar de no tener dinero, no les faltaba de nada e incluso les sobraba. Al llegar a la edad en que los niños dan el tirón él se quedó corto porque para eso era enano. Al principio no fue un problema porque nadie le hacía de menos, pero pronto se dio cuenta de que él era distinto, y no por tener cuatro piernas cuando los demás tenían sólo dos, sino porque debía acostumbrarse a mirar hacia arriba, ahora ya no sólo a los adultos sino también a los niños que hasta hacía poco eran de la misma o parecida altura. Antes de eso no se había sentido distinto a nadie a pesar de que lo era y mucho. Conforme Aspa crecía –es una forma de hablar- su carácter iba tornándose cada vez más retraído. Ya no le apetecía mostrarse en el balcón ni tampoco quería salir a la calle sino que pasaba las horas muertas en su habitación sin dedicarse a nada útil, dejando pasar el tiempo hasta que llegaba la cena para luego acostarse y así un día tras otro. Un día de principios de verano llegó una terrible noticia. Mientras el rey se encontraba de visita en un reino vecino con el que había firmado una alianza, un ejército enemigo sitió la ciudad que sólo contaba con una pequeña guarnición para su defensa. Si no se daba aviso al soberano para que regresara cuanto antes con sus tropas todo estaría perdido. El único recurso era que alguien pudiera salir sin ser visto y corriera tanto como pudiera en busca de ayuda. Los miembros del consejo se reunieron para deliberar pero no contaban con que Aspa se presentara voluntario para la peligrosa misión porque era menudo y podría camuflarse entre la hierba alta y además estaba muy bien dotado para la carrera gracias a sus cuatro piernas. Aspa era la solución. Avanzada la noche metieron al enano en una cesta que deslizaron con una cuerda por la parte más agreste de la muralla. Aspa se sentía muy animado a pesar de los peligros que corría pero sentía que el destino de su pueblo estaba en sus manos así que, en cuanto tocó tierra, echó a correr sin desmayo tanto como le daban sus menudas piernas hasta que unas cuantas horas más tarde pudo pedir ayuda a un caballero para que le acercara donde estaba su rey. El rey escuchó el mensaje que Aspa le traía y sin perder un instante se puso en marcha con su ejército al que se unió el de su aliado derrotando por completo al enemigo al cogerle por sorpresa. Una vez estuvo la ciudad a salvo se hizo una gran fiesta en la que Aspa fue el principal protagonista, esta vez porque gracias a su arrojo les había salvado de una derrota segura. En un momento dado, uno de los nobles se acercó al enano y le pidió que le acompañara porque el rey quería hablar con él en privado. Aspa se sorprendió de que el rey le llamara pero accedió cómo iba a negarse a la voluntad de un rey victorioso. Te debemos mucho, empezó diciéndole, porque si no hubiera sido por ti hoy estaríamos llorando la derrota. Pero no es menos cierto que lo que te hizo providencial no fue lo que creías tu fortaleza, sino por el contrario, aquello que vives como una debilidad hasta el punto que te tiene amargado: tu corta talla. Tus cuatro piernas nunca te han hecho sentir raro porque todos vemos en ellas un prodigio y porque nadie más es como tú en eso. Además de fama, te dan agilidad y velocidad, es cierto, pero no aceptas tu condición de enano y debes darte cuenta de que para salvar la ciudad del asedio no bastaba con que pudieras correr mucho, también era necesario que nadie te viera para llegar hasta donde yo estaba. Tus piernas te hacen sentir especial porque todos las admiramos, pero tu talla es un prodigio todavía mayor y te convierten en un ser doblemente especial. Tú crees que no eres como los demás pero te corrijo, somos los demás los que no somos como tú. Sin la suma de estas dos cualidades hoy estaríamos enterrando en lugar de celebrando. ¿Te gustaría ser rey? No, respondió Aspa con determinación. Yo sólo aspiro a ser un buen vasallo. Entonces, debes entender que tus cualidades no son las mismas que las mías y a pesar de que soy el rey nunca podré competir contigo. Eso es lo que te hace especial, no lo olvides.

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